El pasado domingo 14 de agosto, al menos 12.000 personas salieron a las calles de la ciudad de Dalian, en el noreste de China, para exigir la mudanza de una planta química que produce paraxileno (PX). Los manifestantes recorrieron el centro de la ciudad portando pancartas y cantando eslóganes y llegaron hasta las puertas del comité municipal del Partido, donde fueron bloqueados por la policía. La gente decidió salir a la calle después de escuchar algunos rumores que afirmaban que el tifón de la semana pasada en el este de China había afectado a la planta química y provocado una fuga de paraxileno, un producto químico utilizado en la fabricación del poliéster.
Wen Yunchao (温云超), un famoso bloguero chino, ha recogido en su cuenta de Google + un buen número de imágenes sobre la manifestación del domingo. Todas ellas se compartieron en su momento en Sina Weibo, donde fueron borradas rápidamente por los administradores del sitio web. [Puedes ver más imágenes en Shanghaiist]
En los últimos días, muchos medios occidentales han escrito sobre este tema. Para no repetirme, podéis ver algunas de las interpretaciones a esta manifestación en el diario El País, The New York Times, The Guardian, BBC o Global Voices Online. En China Beat han publicado también un doble análisis sobre Dalian y las causas locales de esta manifestación. [Actualización: Christina Larson ha escrito para Foreign Policy el que creo es el reportaje más completo e interesante]
Hay tres cosas que son importantes destacar:
1 – La rápida respuesta del Gobierno, que en pocas horas ha sido capaz de controlar el flujo de la información (bloqueando las imágenes de Dalian y censurando las redes sociales) y además cerrar la planta química y asegurar que será colocada en otro lugar. En cierto sentido, los ciudadanos han ganado una batalla fácil. El mismo domingo por la noche, tan sólo unas horas después de la manifestación, el problema parecía solucionado (en realidad, ya al menos desde el día 10 de agosto se había debatido la posibilidad de mudar esta fábrica a otro lugar). Las autoridades han respondido a toda velocidad a las peticiones de los manifestantes.
2 – La creciente preocupación por la contaminación y el respeto al medio ambiente, que muestran a la perfección la gravedad de estos problemas en China. Los últimos treinta años de espectacular desarrollo chino no han sido gratuitos y han creado numerosos problemas medioambientales a lo largo y ancho del país. Cada vez más, los ciudadanos son conscientes de esto y exigen que las autoridades velen por su seguridad. En cierto sentido, esta sensación de inseguridad está también relacionada con los numerosos escándalos alimentarios que han salpicado China en los últimos años. Otro de los ejemplos que se suele poner para hablar de como la movilización ciudadana puede provocar rectificaciones del Gobierno es el de Xiamen en 2007, donde las manifestaciones consiguieron evitar precisamente que una planta química (también de paraxileno) se instalara en la ciudad.
3 – El creciente poder y aspiraciones de la clase media urbana. A parte del reciente accidente de tren en Wenzhou, no han sucedido grandes manifestaciones en China protagonizadas por la clase media urbana en los últimos meses. Sin embargo, sí que se puede hablar de un mayor descontento basado en los precios de la vivienda, la inflación y las desigualdades. Los grandes problemas y altercados siguen estando sobre todo en el campo, entre las minorías étnicas (ha habido crisis durante el 2011 en Xinjiang y Mongolia Interior) y con los emigrantes del campo a la ciudad (este año hemos visto nuevos conflictos en la provincia de Guangdong). El problema es que la mayoría de estos altercados, crisis y manifestaciones no consiguen una gran atención mediática ni cuentan con demasiado respaldo. Cuando los conflictos pasan en las ciudades y son protagonizados por la clase media, su repercusión y la preocupación del Gobierno casi siempre son mayores.
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