Aunque siguen confiando en el rumbo de su país y piensan que seguirán prosperando económicamente en los próximos años, los chinos están cada vez más preocupados por las desigualdades sociales, la contaminación y la seguridad alimentaria.
El afianzamiento de China como una de las potencias económicas mundiales ha convertido al país asiático en un permanente objeto de estudio, generando una ingente cantidad de artículos, análisis y bibliografía sobre la evolución de su política, cultura y sociedad. Ahora bien, en contadas ocasiones la frialdad de los datos que inundan asiduamente las informaciones referidas a China permite conocer la visión que sus propios ciudadanos tienen de su país.
El último informe publicado en octubre por el “fact tank” norteamericano PEW Research Center, bajo el título de Growing Concerns in China about Inequality, Corruption (pdf) proyecta una visión muy esclarecedora sobre los temores del ciudadano chino de a pie. Este estudio forma parte de una encuesta que engloba a 21 países y está destinado a conocer “las evaluaciones de la sociedad de sus propias vidas o su visión sobre la situación actual mundial”, según anuncian en su página web. En el caso de China, los investigadores del PEW Research Center realizaron 3.177 entrevistas personales entre el 18 de marzo y el 15 de abril de 2012 en todas las regiones del país a excepción de Tíbet, Xingjiang, Hong Kong y Macao.
En general, las principales preocupaciones de la sociedad china están enmarcadas dentro de aquellas cuestiones que afectan al consumo y al bienestar. Uno de los asuntos primordiales es el control de la inflación, que seis de cada diez chinos considera “importante” y que sin duda representa una piedra de toque para la próxima generación de líderes del Partido. Los últimos datos ofrecidos por la Oficina Nacional de Estadísticas tranquilizan esta prominente desazón tras anunciar un relativo control sobre la subida de precios hasta situar el IPC en un 1,9%, una cifra que se enmarca dentro del objetivo impuesto por el gobierno de Pekín de mantener el índice por debajo del 4% para finales de 2012.
Junto con la inflación, destaca la enorme preocupación que genera la seguridad alimentaria, que ha experimentado la mayor subida de los 17 temas analizados en el informe (pasó del 12% en el 2008 al 41% este año). Desde después de los Juegos Olímpicos de Pekín, cuando se descubrió el escándalo de la leche contaminada con melamina, prácticamente cada mes se sucede alguna polémica en torno a los alimentos que los ciudadanos se llevan todos los días a la boca, lo que ha sembrado dudas sobre los controles e inspecciones sanitarias. Por otro lado, la clase media parece darle cada vez más importancia a la creación de una mayor red de cobertura social y sanitaria. En este sentido, resulta interesante resaltar que el 51% de los encuestados cree que el Gobierno debe intervenir a la hora de cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos, frente al 34% que opta por apartar la intervención política y apuesta por la autosuficiencia para alcanzar los objetivos.
La corrupción es una de las mayores amenazas para la estabilidad del Partido Comunista chino y un asunto catalogado como “muy importante” por el 50% de los encuestados. El controvertido y novelesco caso del defenestrado Bo Xilai y el escándalo relativo al Ministerio de Ferrocarriles que aún se sigue cobrando víctimas (el director de cine Zhang Yimou ha sido el más reciente), recogen todos los males que a toda costa se pretenden desenraizar desde los pasillos de Zhongnanhai. Es así como se explica que un tercio de los encuestados no esté de acuerdo en que “sólo tiene éxito aquel que trabaja duro”, una tendencia que se afianza con un 81% que sostiene que “los ricos son más ricos y los pobres más pobres”, una buena muestra de la cada vez más amplia sensación de desigualdades sociales.
Otra de las transformaciones que ha vivido el país en los últimos años es la cada vez mayor preocupación por el medio ambiente. La puesta en marcha de acciones contra la contaminación del aire y del agua representan un tema “muy importante” para el 36% y 33% de los encuestados respectivamente. Para intentar contrarrestar estos “daños colaterales” del desarrollo económico chino, y dándose cuenta de las quejas que la destrucción del medio ambiente provoca en los ciudadanos, China se ha convertido en el líder mundial en inversión y atracción de capital en el sector de las energías renovables, según otro informe del mismo PEW Research Center.
El ciudadano chino tampoco es ajeno a la corriente globalizadora que asimila los cambios, procesos y conflictos en otras regiones del planeta que afectan a su país e inevitablemente a su día a día. Así, en plena carrera electoral estadounidense, cuyo desenlace tendrá lugar unos días antes del cambio político en China, el informe del PEW Research Center muestra que tan sólo un 39% de los encuestados define las relaciones entre ambas potencias como de “cooperación” (frente al 68% de 2008), mientras que un 26% las califica de “hostiles”. El carisma de Obama no se salva de la quema y tan sólo un 38% confía en él.
A pesar de estas cifras, los sentimientos hacia Estados Unidos son mucho más una relación de amor-odio, ya que el 73% de los chinos admira sus progresos científicos y tecnológicos (sino que se lo digan a Apple) y un 48% sigue considerando a Estados Unidos como la primera potencia mundial, frente al 29% que sitúa a su propio país. En esta consideración de las relaciones internacionales chinas, solamente Rusia sale indemne (48% como país “cooperante”), mientras que su socio comercial europeo con un 33% o la India con un 23% no son merecedores de denominar sus relaciones como de “cooperación”.
El conflicto latente en torno al territorio y los recursos de las islas Diaoyu / Senkaku con Japón ha contribuido a mantener y elevar el clima de tensión que caracteriza históricamente a ambos países. La encuesta demuestra este malestar entre la sociedad china, con un 41% de los encuestados definiendo las relaciones con Japón como hostiles.
A pocas semanas del XVIII Congreso del Partido Comunista Chino, los retos que se le presentan a la nueva cúpula de poder coinciden en gran medida con las preocupaciones que alteran la vida diaria de sus ciudadanos. El predominio de la estabilidad y la armonía para el buen transcurso del país que destacan en sus discursos los líderes chinos dependerá de la habilidad y la eficacia del próximo gobierno a la hora de adaptarse a las nuevas exigencias sociales que demandan mayor transparencia política y el avance hacia una consolidación de una calidad de vida al alcance no sólo de los más ricos, sino también de los más pobres.
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