La demanda china de la soja y la “sojización” del campo argentino

por | Sep 6, 2019 | América Latina y China, Economía china, Lo último

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Nota: este artículo forma parte del libro “136: el plan de China en América Latina”. Aquí tienes más información sobre este fascinante viaje al nuevo rol de China como superpotencia. En el libro se habla en mayor profundidad del comercio de la soja y de la estrategia china de los alimentos en América Latina.


China y la “sojización” del campo argentino

“Yo nací en el campo hace 53 años”. Alejandro Calderón, uno de los productores agrícolas más importantes de Pergamino, me recibió con esta frase campechana convertida casi en una declaración de intenciones. Cercano en el trato, vestido de forma sencilla con unos pantalones vaqueros y una camisa a cuadros, su pasión por el campo argentino era manifiesta en los dos pins que llevaba sobre su chaleco: uno de ellos de la Sociedad Rural de Pergamino, de la cual es presidente; el otro la escarapela azul y blanca de Argentina, símbolo del país sudamericano.

Desde muy pequeño, la vida de Alejandro Calderón estuvo marcada por los tiempos de la cosecha y el cuidado del ganado. A los diez años ya echaba una mano a su padre en el terreno familiar y correteaba entre los cultivos de trigo, maíz y girasol. “En aquella época, en los años 70, se hacían muchos laboreos, la maquinaria era mucho más reducida y se hacía un cultivo al año nada más. Lo hacíamos de forma personal nosotros: mi padre, mi hermano y yo”, me dijo casi con nostalgia en un agradable restaurante de Pergamino, una localidad de 90.000 habitantes a unos 224 kilómetros de Buenos Aires donde todo el mundo parece vivir de la agricultura.

La llegada de la soja a Argentina

En torno a 1975, la familia de Alejandro Calderón (como otras de la zona) plantó por primera vez una semilla hasta entonces desconocida en el campo argentino: la soja. Originaria de Asia, en aquellos momentos se decía que esta leguminosa no consumía nitrógeno (a diferencia del trigo o el maíz), por lo que podía ser beneficiosa para el campo. Atraídos por la novedad y con ganas de experimentar, su familia decidió probar suerte, aunque el éxito de la soja en aquella época fue escaso. “Al principio fue una incursión tranquila, porque era un cultivo que no se conocía. Lo que hacíamos era copiar las técnicas del maíz”.

Alejandro Calderón, en sus tierras de Pergamino. Como otros agricultores, también esté argentino se ha apuntado a la fiebre de la soja. [FOTO: Daniel Méndez]

La verdadera revolución se produjo veinte años después. En 1995, la empresa Monsanto llegó a Sudamérica con un invento que transformaría la agricultura de todo el continente: la soja RR (Roundup Ready). Gracias a una modificación genética, estas nuevas semillas resistían el uso masivo de herbicidas (en especial el glifosato, que vendía la propia compañía estadounidense), lo que hacía más fácil el control de las malezas y más sencillo su cultivo.

Con esta innovación, el cultivo de soja se volvió más barato, implicaba menos riesgos (la soja es más flexible y resistente que otros cultivos) y además las semillas de una siembra podían utilizarse para la siguiente temporada (algo que no se podía hacer con el maíz). Si a esto se unen las diferencias de precio en los mercados internacionales, la decisión para miles de agricultores argentinos fue sencilla (en junio de 2001, una tonelada de maíz se vendía en los mercados internacionales a 83 dólares, frente a los 170 de la soja; para febrero de 2018 el maíz había pasado a 163 dólares y la soja a 418 dólares).

“Cultivar soja es mucho más fácil y menos riesgoso que cultivar maíz. Y el precio obviamente es el doble. Por eso se difundió de forma tan masiva”, resume Alejandro Calderón, quien a finales de los 90 también se sumó al boom de esta leguminosa.

La demanda china de soja y el campo argentino

En estas circunstancias, la “sojización” del campo argentino ha sido imparable. Si en la temporada 1995-1996 el área cultivada era de seis millones de hectáreas, para 2014-2015 la cifra se había multiplicado por tres. En el mismo período de tiempo, la producción pasó de 12,4 millones de toneladas a 61,3 millones de toneladas de soja, convirtiendo a Argentina en el tercer mayor productor del mundo, sólo por detrás de Estados Unidos (106 millones) y Brasil (93 millones). Hoy la soja es la reina de los granos y cereales argentinos (supone más de la mitad del total) y ha ido sustituyendo los terrenos que antes se dedicaban al maíz, el trigo y la ganadería.

Como ya habrás intuido, uno de los protagonistas detrás de esta transformación ha sido China. El gigante asiático es con mucha diferencia el mayor comprador de esta leguminosa, con hasta el 65% de las importaciones mundiales de poroto (el grano sin procesar) en la temporada 2013-2014. La Bolsa de Comercio de Rosario, donde se comercializan los productos agrícolas de Argentina, definió al país asiático como “el motor del mercado mundial de soja”.

El gigante asiático ha demandado desde los años 90 cada vez mayores cantidades de esta leguminosa, y agricultores como Alejandro Calderón han respondido llenando los campos de Pergamino de campos de soja. En China, el incremento de la demanda responde al desarrollo económico del país y en concreto al cada vez mayor consumo de carne. Aunque parte de la soja se utiliza para la alimentación humana (salsa de soja, leche de soja o aceite de soja, productos muy comunes en la dieta china), la mayor parte va a parar a piensos para animales. Debido a su alto contenido en lípidos y proteínas, las harinas de soja se utilizan en el gigante asiático (y también en Europa) para alimentar a aves, cerdos y conejos, que después acaban en los supermercados y restaurantes chinos.

El otro gran motor de la “sojización” del campo argentino fue la propia Monsanto. Alejandro Calderón, quien tuvo relación directa con esta empresa a finales de los años 90, todavía recuerda el modelo de negocio con el que la compañía estadounidense llegó a Argentina. “El objetivo de Monsanto en aquella época era vender glifosato; su idea era que tenía que difundirse la soja resistente para poder vender su herbicida”.

De esta forma, la compañía comercializaba en un primer momento las semillas, pero después daba flexibilidad a los agricultores para que se las vendieran entre ellos o las utilizaran en las siguientes temporadas, lo que facilitó su extensión por todo el campo argentino.

China, la soja y la destrucción del medio ambiente

Aunque la “sojización” de regiones como Pergamino ha hecho ricos a muchos agricultores, también ha traído consigo graves consecuencias para el medio ambiente. El uso del glifosato provocó que malezas y plantas hayan desarrollado resistencia ante este herbicida, lo que a su vez demanda de productos químicos todavía más agresivos.

“Sabíamos que iba a pasar esto. Al utilizarse el glifosata tan masivamente, hay algunas malezas que ya no se pueden controlar y ahora tenemos que recurrir a otros productos más potentes”, reconoce Alejandro Calderón. El resultado son millones de toneladas de químicos vertidos sobre los campos argentinos todos los años, con el consiguiente deterioro de la tierra y el medio ambiente.

El otro problema es que plantar únicamente soja, año tras año y década tras década, acaba afectando a la fertilidad de la tierra. A diferencia del maíz, que al recogerse deja rastrojos y otros componentes orgánicos (y con ellos carbono y nitrógeno), la soja no deja prácticamente nada tras de sí. Esto hace que los campos se queden yermos durante meses (entre junio y noviembre) y su calidad se resienta con el paso del tiempo. “Acá una política muy común en los últimos quince años es el monocultivo de soja. Hacer soja, soja, soja. Y eso es lo perjudicial”, explica Alejandro Calderón, quien se define como un “bicho raro” porque siempre está rotando los cultivos para mantener la riqueza y nutrientes de sus terrenos.

Después de explicarme con todo lujo de detalles la historia de la “sojización” del campo argentino, Alejandro Calderón tuvo tiempo para contarme algo sobre cómo ha evolucionado su negocio. Tras la muerte de su padre en 1988, se puso al frente de los terrenos de la familia (282 hectáreas), comenzó a invertir en maquinaria y a rentar algunos campos cercanos. En la actualidad explota unas 1.200 hectáreas de terreno (la mayoría en régimen de alquiler), cuenta con cinco empleados y calcula que en la última temporada produjo unas 2.300 toneladas de soja, 1.300 de maíz y un poco de trigo y arbejas.

Poco acostumbrado a moverme entre agricultores, lo que más me llamó la atención de Alejandro Calderón fue la enorme eficiencia y profesionalización de su trabajo. En su planta de silos a las afueras de Pergamino (donde guarda el grano), Alejandro Calderón me mostró algunas de las máquinas de última generación que ha comprado en las últimas décadas: cuatro tractores, dos cosechadoras, dos sembradoras, una pulverizadora y un camión para el transporte de cereales. Algunos de estos vehículos pueden llegar a valer hasta 450.000 dólares y van equipadas con sistema GPS y pantallas táctiles. Nada de pequeños campesinos recogiendo con sus manos los frutos de la cosecha.

El campo argentino es uno de los más mecanizados y productivos del mundo. En la imagen, una de las máquinas con las que trabaja Alejandro Calderón. [FOTO: Daniel Méndez]

Frente a lo que vivió Alejandro Calderón en su infancia, el campo argentino se ha convertido hoy (con sus ventajas e inconvenientes) en una máquina perfecta de producción. A pesar de esta creciente profesionalización, Alejandro Calderón sigue disfrutando del campo e intenta transmitir la pasión a su familia. Con 25 años, su hija mayor está a punto de acabar la carrera de ingeniería agrónoma; su hijo Gonzalo, con 23, trabaja a su lado en la planta de silos. Aunque la soja da mucho dinero, si pudiera elegir, Alejandro Calderón no dedicaría sus campos a plantar esta leguminosa, sino al cuidado y la alimentación de la ganadería, que es su verdadera pasión desde pequeño. “A mí lo que más me gusta son los animales: los toros, las vaquillas. A decir verdad, la soja no me atrae mucho. Lo hago por rentabilidad, pero a mí el cultivo de soja no me gusta. ¡Es muy aburrido!”.


Nota: este artículo forma parte del libro “136: el plan de China en América Latina”. Aquí tienes más información sobre este fascinante viaje al nuevo rol de China como superpotencia. En el libro se habla en mayor profundidad del comercio de la soja y de la estrategia china de los alimentos en América Latina.

Daniel Méndez
Daniel Méndez es el autor del libro "136: el plan de China en América Latina", publicado en 2019 y que explica en profundidad las crecientes relaciones políticas y económicas entre el gigante asiático y el continente americano. En 2010 creó la página web ZaiChina. Es Licenciado en Periodismo y Estudios de Asia Oriental. Colaboró desde Pekín con varios medios de comunicación (entre ellos El Confidencial, Radio Francia Internacional, El Tiempo y EsGlobal) y es el autor del libro "Universitario en China. Así son los futuros líderes del país". [Más artículos de Daniel Méndez]

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