El brasileño Eike Batista, el octavo hombre más rico del mundo, muestra las relaciones cada vez más estrechas entre China y Brasil
Hace unos días, Luiz Inacio Da Silva le cedió el mando del gobierno a su hasta entonces jefe de Gabinete, Dilma Rousseff. Tras dos períodos sucesivos, Lula dejó el gobierno con más de un 80% de popularidad. En su último día como presidente, Da Silva dijo así como al pasar que probablemente vuelva a presentarse en las próximas elecciones.
Hoy en día nadie duda de que volvería a ganar, porque logró sacar a 30 millones de brasileños de la pobreza y porque su país figura junto con China, India y Rusia entre las cuatro potencias emergentes del mundo (BRIC). Pero a pesar de todo eso, el nombre más poderoso de Brasil tal vez no sea Lula da Silva, sino Eike Batista, “el amigo brasileño de China”.
El romance económico de Eike Batista con China
El octavo hombre más rico del mundo (según Forbes) tiene 53 años y es hijo de un empresario minero que creció a la sombra de la dictadura militar en los años 60. El padre de Eike llegó a ser ministro de gobierno y presidente de Vale do Rio Doce, la empresa transnacional más grande del país. Siguiendo los pasos de su padre, Eike creció a la sombra de los gobiernos democráticos de Fernando Henrique Cardoso y Lula. En 1980, con sólo 23 años, se fue a extraer oro en la Amazonia. En un año se hizo con unos 5 millones de dólares y un juicio por daños ecológicos que difícilmente le altere el sueño.
Treinta años después, Eike cuenta con varias empresas en los ramos de minería (especialmente oro, hierro y diamantes), petróleo, gas, infraestructura, desarrollos inmobiliarios y entretenimientos. Sus empresas se llaman EBX, MMX, MPX, MBX y LLX. Es con esta última que está construyendo (en sociedad con Wuhan Iron and Steel) el puerto privado más grande del mundo, con una inversión de 25.000 millones de dólares. El Superpuerto de Acu, ubicado a 200 kilómetros al norte de Rio de Janeiro, será inaugurado en 2012, tendrá un total de 90 kilómetros cuadrados y servirá para ampliar el comercio de Brasil con el mundo (y sobre todo con China).
Las nuevas relaciones entre China y Brasil
El crecimiento económico del gigante sudamericano durante las últimas cuatro décadas se debió principalmente al pujante polo industrial de Sao Paulo (de donde surgió el carismático líder sindical Lula), y a la estrecha relación con Estados Unidos. Pero de repente, con la crisis internacional de 2008 (o “crisis de las potencias occidentales”) la demanda de productos brasileños se vino a pique y sólo el genio de Lula evitó que el país entrara en el grupo de la debacle. La solución fue volcarse a China y proveerlo de recursos naturales y commodities.
En 2009, China pasó a ser el principal socio comercial de Brasil y en 2010 multiplicó por diez las inversiones realizadas hasta el año anterior. Con 20.000 millones de dólares, dos empresas estatales chinas compraron nueve usinas generadoras de electricidad (State Grid) y el 40% de Repsol Brasil (Sinopec). Además, el Banco de Desarrollo de China le entregó 10.000 millones a la brasileña Petrobras a cambio de 200.000 barriles diarios de petróleo (algo similar a lo que hizo con la venezolana PDVSA).
Relaciones China y Brasil: ventajas e inconvenientes
Lula pudo capear el temporal, pero tal vez Brasil esté empezando a pagar un precio muy alto. Le vende a China sus recursos naturales no renovables y le compra manufacturas que compiten con las que se fabrican en Brasil a un precio más alto. Poco antes de dejar el gobierno, Lula pudo comprobar en una gira por África que los productos brasileños están siendo sustituidos por los chinos y se hizo eco del pedido estadounidense a China para que revalúe su moneda.
En los últimos días, varios pesos pesados de Brasil han manifestado quejas por la relación con China. Antonio Delfim Neto, ministro de economía durante la dictadura, el hombre que cuarenta años atrás encendió la mecha del “milagro económico” y llegó a ser recientemente asesor del segundo gobierno de Lula, dijo que “China está intentando comprar Brasil”. Roberto Gianetti, representante de la poderosa Federación de Industrias de Sao Paulo, habló de “Nuevo Colonialismo”. Roberto Abdeneur, ex embajador en Beijing y luego en Washington, tuvo que dejar su puesto cuando sugirió que el gigante sudamericano debía que ser cauteloso en su relación con el gigante asiático.
El gran ganador, por ahora, parece ser Eike Batista y sus socios de China más que el Brasil de Lula.
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